En contextos de fuertes restricciones como el que atraviesa Argentina, los actores económicos se ven forzados a encontrar alternativas para no ser expulsados del sistema. La estrategia menos creativa es gestionar costos a la baja, lo que en la mayoría de los casos resulta un aliciente temporario, que a largo plazo y a nivel colectivo no hace más que agravar la recesión.
Otras opciones más innovadoras apuntan a pensar otras maneras de estructurar las unidades productivas y de negocios, a partir de comunidades económicas basadas en la confianza. No se trata solamente de organizar productores bajo la forma cooperativa.
Esto existe desde hace años en el sector agrario argentino. La novedad radica en explorar nuevos modelos de negocios que, por un lado, integren verticalmente diversas etapas de la cadena de valor de un producto, y por el otro ofrezcan alternativas de diversificación a los productores para minimizar riesgos, todo ello bajo un modelo asociativo.
¿Cómo funciona? El asociativismo se materializa a través de los vínculos horizontales que se establecen entre productores de un mismo rubro para generar volumen y así negociar con clientes y proveedores. Esta es una estrategia de asociativismo horizontal para ganar escala en sus negocios. También puede darse en sentido vertical, hacia arriba, asociando productores con sus proveedores de insumos, o hacia abajo, para mejorar las redes de distribución o agregar valor a la producción.
El proyecto de Manfrey surgió como respuesta al progresivo cierre de tambos -fenómeno que se da también a nivel internacional- y la paulatina concentración de la producción en unidades de gran escala, con la consecuente desaparición de pequeños productores y el impacto en la economía regional que ello trae aparejado.
Autoridades de la empresa relataron el origen de la iniciativa y detallaron el alcance que pretenden darle. En primer lugar se realizó una encuesta entre productores de la región para conocer aspectos económicos y también sociales de su actividad. El relevamiento, realizado en conjunto con el Inta, mostró que en promedio se producían 7.700 litros de leche por hectárea, con techos de 18.000 litros en los tambos más concentrados y tecnificados y pisos de 3.000 litros de leche por hectárea, en el caso de pequeños productores.
La dinámica actual del negocio hace que estas unidades de menor escala sean inviables. Con la encuesta también afloraron otros datos preocupantes, que hacen a la gestión de los tambos más chicos, como la poca información estadística recopilada sobre aspectos fundamentales como mortalidad y destete, o el escaso trabajo de management en lo que hace a costos y organización. Todo esto se agrava en los casos en que el emprendimiento, generalmente de naturaleza familiar, no tiene continuidad generacional y se encamina al cierre tarde o temprano.
El modelo de negocios. Para revertir esta situación, Manfrey comenzó a trabajar con productores que desean continuar con la actividad pero su explotación no es rentable, a través del programa Cambio Rural. Luego de estudiar diversos modelos de organización y visitar experiencias en Brasil y en la propia provincia de Córdoba, se armó una propuesta con dos alternativas de asociativismo. La primera apunta a promover la vinculación horizontal entre dos o tres productores para integrar su producción y alcanzar una escala mayor que le permita rentabilizar el emprendimiento e incorporar tecnología de punta y robotización, como el sistema de ordeño voluntario.
En este caso de modelo asociativo de escala media, el obstáculo radica en los vínculos de confianza necesarios entre productores para poner en marcha el emprendimiento. El otro proyecto asociativo que impulsa Manfrey es más ambicioso y de mayor escala. La empresa ha adquirido un campo de 50 hectáreas p ara construir un megatambo.
Los productores se sumarían al proyecto de diversas maneras. Una opción es entrar aportando animales (‘cuotavacas’) que constituyen su capital inicial y representa el porcentaje de participación en el negocio. Y aquellos tamberos que entregan sus vacas al nuevo emprendimiento reconvierten su establecimiento hacia la producción de granos para alimentación, convirtiéndose en simultáneo en proveedores de su propio negocio.
La gestión general estará a cargo de Manfrey, que aporta el management. Es asociativismo horizontal y vertical a la vez. Hasta el momento, 16 productores se han sumado al proyecto.
La visión de Ercole Felippa
“La oferta de leche está restringida actualmente por el adelantamiento de la estacionalidad. Además, arrancamos el año sin stock como consecuencia de la devaluación de 2018. Pero se va a recuperar pronto”, analiza con optimismo Ercole Felipa.
Y agrega: “El precio que reciben productores o indus triales no es la única variable crítica. Para que exportar sea buen negocio, hay que ser más eficientes e incrementar la competitividad. Por ejemplo, hay que mejorar la relación entre kilogramos de alimento y litros de leche. Esa conversión se logra con más tecnología y nuevos modelos de organización”.
La experiencia de Cotagro
La cooperativa agropecuaria con sede en General Cabrera, al sur de la Provincia, apostó por la diversificación. Con el objetivo de reducir la vulnerabilidad de sus socios frente a fenómenos climáticos o variaciones estacionales en los precios, promovió hace 5 años la creación de una unidad productiva dedicada a la cría de cerdos, un rubro poco común entre sus afiliados.
Alrededor de cincuenta socios ingresaron al negocio, suscribiendo cuotas de dos cerdas madres (equivalentes a unos 20.000 dólares). La cooperativa tiene el 54% del emprendimiento y el resto lo suscribieron cada socio. El capital semilla fue de Cotagro, quien además tomó los créditos para poner en marcha el emprendimiento y se encarga de la gestión.
Actualmente cuenta con mil madres que producen unos 3.400 kilos de carne porcina por madre al año, aunque tiene el potencial para escalar su volumen hasta cuatro veces más. Esta producción abastece al frigorífico de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), en otro ejemplo de integración vertical.
El ingeniero Pablo Buffa, jefe del departamento pecuario de Cotagro, explica que la trayectoria de la cooperativa fue fundamental para generar la confianza entre los que se sumaron al proyecto. Y adelantó que trabajan en la generación de negocios en otros rubros asociados: “En el marco del programa RenovAr 2 del gobierno nacional planeamos una planta de biogás que utiliza los desechos de los cerdos para producir energía. Además de abastecer al establecimiento puede aportar un megawatt al sistema interconectado nacional. Es otra forma de generar negocios rentables para los socios de Cotagro y diversificar sus riesgos”.
Fuente: edairy News